En Buenos Aires, una de las cosas que más llama la atención de los turistas es observar a una persona caminando rodeada de perros por las calles de la ciudad. Muchas cadenas y ladridos, pero un “paseador” calmado que sabe tratar bien a los animales, los cuales andan a su lado con un buen ritmo y total tranquilidad. Aquí les contamos la historia de Paola, una joven profesora que desde hace algún tiempo se dedica a esta curiosa actividad y que con el paso del tiempo ha desarrollado un amor a toda prueba por cada uno de sus 15 peludos amigos…
Por Daniel Duque

os perros son conocidos en muchas partes del mundo como “los mejores amigos del hombre” y ocupan un lugar especial en la vida de gran parte de la gente. Desde hace miles de años, tanto hombre como animal, comparten una existencia en común. Por tal motivo, los perros son queridos y mimados por sus dueños.

Este cariño ha hecho, incluso, que exista una “profesión” asociada a estos animalitos: la de los paseadores de perros. Incluso, en Internet, la gente de WikiHow ofrece un manual llamado “Cómo ser un paseador de perros profesional”.

En su página se puede leer lo siguiente: “Pasear perros es más que colocar la correa y hacer un poco de ejercicio juntos. Necesitas ser un amante de los perros y estar acorde a sus rutas…”.

¿Insólito? No tanto. Luego se dedican a explicar algunos pasos, entre los que se encuentran: “Considera cuán grande quieres que sea tu carrera de paseador de perros profesional. Se realista, probablemente necesites empezar de a poco y permitirte crecer…”.

El manual también incluye consejos muy prácticos como: “Lleva agua para ti y para los perros que estás paseando, así como también un impermeable, lamentarás si no lo haces cuando tus clientes se sacudan”.

Paola y sus hijos

Luego de leer ese manual, quise saber más de este interesante mundo perruno. Cerca de mi casa, en el Barrio de Chacarita de Buenos Aires, fui a buscar a una “paseadora de perros”. La encontré en un lugar que me encanta y a donde siempre voy a leer, me refiero a la Plaza Mafalda. Me acerqué, le pregunté su nombre y nos sentamos a conversar un rato. Una de las primeras cosas que me advirtió es que ella “siempre recoge la caca de los perros”. ¡Qué alivio!

Paola se sentó a mi lado, mientras acariciaba a sus “chicos” alternadamente. Con su gorrita puesta, su pantalón un poco sucio y rodeada de 15 canes obedientes, se alegró cuando le conté que saldría en una revista internacional.

¿Cómo comenzó con este trabajo? “Soy docente, y como pagan tan mal acá en la Argentina en los colegios, decidí que para redondearme el sueldo tomaría lo de pasear perros un poco más en serio. Como yo tengo mi mascota ‘Paul’, a veces llevaba también a dar una vuelta a la perrita de mi vecina. Una tarde una señora me preguntó en esta misma plaza si podía ayudarla con sus dos perros. No lo pensé mucho, y así tuve mis primeros clientes. Cuando me vine a dar cuenta ¡estaba rodeada de perros!, pero muy contenta”.

Según nos cuenta, un aspecto fundamental para mantener el orden y que los perros la respeten tiene que ver con conocer a cada uno de ellos. “Hay que amigarse lo más posible con la jauría. Estos grupos funcionan como los otros: tienen un sistema de poder y ciertas reglas sin las que no habría armonía”, relata. “Como paseadora, jamás he tenido problemas graves como, por ejemplo, peleas entre ellos. Se pueden dar una mordida leve o ladrar fuerte para establecer los límites, pero eso nomás”.

Aclara que el líder de la jauría no es precisamente el perro más grande. “Para mí, el líder de este grupo es ‘Fito’ (señala un puddle chico), porque todos están ‘pendientes’ de él. Ninguno se atreve a ponerle ni una pata encima. Fito tiene una gran personalidad, yo lo quiero mucho”.

¿Negocio rentable?

Las ganancias económicas dependen de cuántos perros tengas y cómo te organices, cuenta Paola. “Yo gano más que muchos amigos que trabajan en una oficina tiempo completo (8 horas diarias). Tengo dos grupos, uno en la mañana y otro en la tarde, y paseo por unas 3 a 4 horas a cada uno. Para no aburrirme hablo con la gente y con mis perros”.

¿Y qué sucedió con su trabajo como docente? “Ahora doy clases particulares. Trabajo con los niños que son dueños de los animales que paseo. Doy la clase primero, luego me llevo a la mascota y busco a las otras”, explica.

Su apego a los animales es muy fuerte. “Conozco los nombres de mis perros desde el primer día. Cuando se han ido con sus dueños a otro lado por mudanza o cuando se muere uno, lo lamento y sufro un duelo. Ellos también me conocen a mí muy bien. Ahora estoy embarazada y hace unas semanas mis perros cambiaron su actitud hacia mí. Se hicieron más cariñosos, me lamían más y estaban atentos para cuidarme. Cuando supe de mi estado, me dije: ¡Con razón! ”.

Respecto a su embarazo, Paola espera que no sea un problema para llevar a cabo su trabajo. “Vamos a ver cómo se pone la situación. Este es mi primer hijo. Hasta ahora ellos están más tranquilitos a mi lado”, señala. Dice que no tiene ni idea de cómo lo va a hacer cuando dé a luz, pero ya encontrará la forma de ver a sus perros. “No sé cómo vivir sin ellos”, concluye.

PERROS CALLEJEROS

La otra cara de la misma moneda son los perros a los que llaman “callejeros”. Se la pasan vagando todo el día y se les puede encontrar también echados tomando una siesta en cualquier lugar. En América Latina muchos de estos animales sufren por abuso, maltrato e indiferencia. Esta realidad resulta sorprendente para los turistas europeos que no pueden creer que haya tantos perros que pasean libremente. La gente más caritativa les lanza comida para que se puedan alimentar, aunque ellos mismos se las ingenian para comer cualquier cosa. Un dato alarmante es el de las enfermedades que pueden transmitir estos canes. También hay que tener mucho cuidado, porque si bien este tipo de animal no es agresivo, an algun momento se puede sentir amenazado y responder con una peligrosa mordedura. Y ahí hay que tener mucho cuidado con la rabia…


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