Lo que llevó a Penélope hasta Alemania, fue precisamente un muchacho alemán, del cual se enamoró ¡a primera vista! En ese momento, ella tenía tan sólo 21 años y no dudó ni un momento en ir a probar suerte a la nación teutona. Hoy con 34 años, esta mujer de origen madrileño está casada desde hace mucho tiempo con aquel alemán. Es así como con el paso de los años, Penélope ha aprendido a dominar el idioma y desde hace más de nueve años trabaja para una empresa productora de aluminio en el departamento de exportación. ¡Enhorabuena!

ace ya casi doce años que llegué desde Madrid a esta nación, llena de curiosidad por aprender un nuevo idioma y expectante a la vez por conocer todo aquello que a simple vista se diferenciaba tanto de mi país natal.

Pronto descubrí que lo peor no sería el frío sino los días oscuros y lluviosos, las pocas horas de luz, los largos inviernos y los veranos más bien frescos y cortos. En comparación con nuestro clima soleado y lleno de luz, aquí las jornadas parecen pasar muy rápido en invierno, mientras que en verano son larguísimas. En invierno es duro cuando a partir de las cuatro y media de la tarde ya se hace de noche.

Y justamente con la noche, la gente se va recogiendo, las tiendas cierran poco a poco sus puertas y los restaurantes dan sus primeras cenas. Algo impensable para nosotros, es la comida a las seis de la tarde. Es así como mientras en España la jornada comienza hacia las nueve de la mañana, aquí se madruga más, empezando a trabajar a las siete AM o incluso antes.

Naturalmente quien se levanta a tales horas, ¡tiene hambre pronto! Es muy normal comer a las doce del mediodía. De ahí, se pasa a la cena a la hora de la merienda española y a que entre las nueve y diez PM, el cuerpo ya esté “pidiendo” una cama.

Al principio eché de menos la cultura española de la salida nocturna. En Alemania se sale menos. Es muy frecuente que se celebren pequeñas fiestas privadas o cenas en casa de amigos y conocidos. Y es que aquí todo es muy diferente, ¡hasta las señales de tráfico!

Una anécdota graciosa al principio fue un día que esperaba el autobús en lo que yo pensaba era la parada. Pronto me di cuenta de que estaba haciendo algo mal, pues los autobuses pasaban de largo. La parada no era la que yo pensaba, sino otra señal, cien metros más allá con la letra H. Pronto aprendí que la “H” significaba “Haltestelle” (lugar de parada) y desde entonces ¡no volví a perder ni uno solo!

Amigos y vinos

Algo que me llamó la atención al comienzo de mi estancia, fue el silencio reinante en los lugares públicos, especialmente en restaurantes. En España se habla relativamente fuerte, pero aquí en Alemania es todo lo contrario. Recuerdo que al principio tuve reparos en abrir la boca en un restaurante por miedo a que todo el mundo escuchara mi conversación.

Al principio cuesta iniciar una amistad con compañeros de trabajo o gente del entorno, pero con el tiempo las personas se abren más. Mi experiencia me ha mostrado que los alemanes tienen una actitud muy positiva hacia todo lo que se refiere a España y sus habitantes. He tenido la suerte de vivir en el valle de los ríos Rin y Mosela, donde según se dice, el clima hace a las personas más afables y de mejor carácter. ¡Ah, claro, y donde se desarrollan los mejores vinos germanos!

En Alemania he conocido personas de muchas nacionalidades: turcos, griegos, italianos, rusos, polacos y, claro está, españoles. En general los germanos son un pueblo tolerante y existe una tendencia multicultural, que enriquece mucho tanto a la cultura como a las costumbres de este país.

Personalmente, nunca me he sentido discriminada de ninguna forma por ser extranjera. Al contrario, todo el mundo ha tenido siempre consideración con mis dificultades propias del idioma y me han echado un cable cuando han podido. Además he conocido a muchos españoles que están en la misma situación que yo y que con el tiempo se han convertido en una especie de “familia postiza”.

La verdad es que hay muchos hispanos. Algunos vienen de intercambio o a trabajar. Otros nacieron aquí de padres españoles y hablan perfectamente varios idiomas, aunque desconocen a veces las tradiciones y costumbres que nos hacen tan diferentes.

Del paisaje os diré que es indescriptible. Hay que venir a verlo para darse cuenta del colorido de los bosques y campos, sobre todo en primavera y otoño, o de los abundantes ríos de cada región. La naturaleza predomina y las típicas casas de construcción estilo entramado (o “Fachwerk”) destacan de manera especial en este entorno tan idílico.

En fin, cada mañana de camino al trabajo disfruto del paisaje y pienso en la suerte que tengo de vivir en este lugar.


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