Lorenzo, como a él mismo le gusta que le llamen en español, decidió viajar hasta Córdoba, capital de la provincia del mismo nombre y la ciudad más poblada de la Argentina después de Buenos Aires. Ahí iba a encontrarse con un amigo, que también es suizo, para recorrer la zona. Entre sorpresas y una sucesión de problemas, pero sobre todo un desastre de organización por parte de estos dos europeos en tierras latinas, les contamos lo que vivieron en este fascinante lugar y también en sus hermosos y acogedores alrededores…
Lawrence Ullmann, Suizo

uando llegué a Córdoba, lo primero que hice fue buscar el hostal donde estaba mi amigo. Él me había explicado antes cómo llegar, pero no sabía que tendría que tratar con los problemas de las direcciones: norte, sur, este y oeste. Bueno, después de un buen par de horas y algunos inconvenientes, ¡llegué!

Luego, salimos a recorrer la ciudad universitaria. Córdoba es una de las urbes más conocidas en la Argentina por sus universidades. También por su vida bohemia y artística y porque llegan muchos extranjeros de intercambio. La gente es muy amable y cordial, pero además bastante tranquila, como en general ocurre con los habitantes de provincia.

Después de recorrer la ciudad, nos fuimos a Villa Carlos Paz, un pueblo algo campestre, que está a 36 kilómetros de Córdoba. Está asentado sobre un fértil valle comprendido entre el cordón montañoso de las Sierras Chicas al este y las Sierras Grandes al oeste.

¿Camino al cerro?

Este pueblo es bien turístico. De hecho muchos cordobeses pasan sus veranos ahí. Nos fuimos sin hacer planes y preguntamos en la oficina de turismo y a la gente para ver que sitios nos recomendaban. Nos dijeron que fuéramos al cerro que estaba al lado de la ciudad, ya que la vista era muy bonita.

Al inicio de la subida, decidimos cambiar nuestros planes. Hacía tanto calor que pensamos que era mejor subir más tarde e ir a bañarse primero. Así que partimos a una playa lejana, donde la única manera de llegar era en taxi.

El lugar era muy bonito y perfecto para relajarse un momento, con un río y un ambiente bastante natural, con árboles y rocas grandes. Pasamos toda la tarde en el agua y disfrutando del sol sobre las rocas. Por supuesto, tomamos algunas cervezas refrescantes para pasar el calor. Esta es una costumbre muy argentina: ¡beber mucha cerveza!

Lo interesante es que van muchas familias a disfrutar de estos paisajes, se ve a la gente hacer mucho deporte y todo rodeado de un ambiente muy natural…

Cuando empezó a oscurecer nos preguntamos cómo regresar al pueblo. Pero de nuevo, no había ningún bus o taxi y casi toda la gente ya se había ido. Por suerte una persona, que tenía el único kiosco del lugar, pudo llamar un taxi.

El chofer nos aconsejó ir a un restaurante con tenedor libre, es decir, donde se puede comer tanta carne argentina como se pueda. ¡Guau, eso era el paraíso para nosotros! Además, es bastante barato y la carne es exquisita. Después de un día entero tomando demasiado sol y comiendo en grandes cantidades, estábamos bastante cansados.

Niños y reggaeton

Volvimos al centro de Villa Carlos Paz y decidimos pasar un rato en uno de los bares del centro. En la calle peatonal principal había mucha gente. Me sentí como en una ciudad turística en la costa española. Todos en una onda muy relajada, mucha juventud y familia.

Con todo el ajetreo del día, decidimos dormir un instante. Como no pudimos resistir hasta llegar al hostal, nos acostamos sobre las escaleras de una iglesia. Pero no nos quedamos mucho tiempo. Rápidamente nos fuimos cuando vimos algunas cucarachas ¡que querían “saludarnos”!

El lugar no era sucio para nada, pero el clima era tan húmedo y hacía tanto calor, que estaba lleno de estos bichos. Estaban por todas partes: calles, terrazas, restaurantes, baños. La gente de allá no se preocupa mucho por este asunto. Si algunas se encontraban en sus remeras, generalmente no se volvían locos como nosotros.

Más tarde, nos tomamos algunos tragos y luego nos fuimos a una discoteca, o “boliche” como le dicen allá. Cuando entramos nos llevamos la sorpresa de que el lugar estaba lleno de niños, los cuales no tenían más de 16 años. En la noche hubo también un concierto de un reggaetonero desconocido de Buenos Aires. ¡Era muy chistoso y, además, cantaba muy mal!

Cuando salimos de la discoteca no había buses. Eran cerca de las siete de la mañana y no teníamos ninguna idea dónde estábamos. Empezamos a caminar tratando de encontrar la estación de buses para regresar a Córdoba. Después de una o dos horas finalmente la pillamos.

Aquella misma noche, seguimos el viaje rumbo a Buenos Aires, esperando dejar atrás nuestra “maldición” en la hermosa ciudad de Córdoba.


feedback
name@beispiel.com
feedback
Kostenlos und jeden Monat neu. Aktiviere dein VeinteMundos Abonnement jetzt!
name@beispiel.com