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Rosa Guamán proviene de una realidad muy dura. La falta de educación y de trabajo en su pueblo condenaba a la gente a seguir permanentemente en la pobreza. Sin embargo, con pocos recursos, mucho esfuerzo y trabajando la tierra con sus propias manos, esta indígena logró desarrollar una idea. Rosa recuperó la antigua tradición de la medicina natural andina para convertirla en un negocio que permitió ayudar a las mujeres de su pueblo. Hoy, es la directora ejecutiva de su propia planta procesadora…

Texto y fotos: Daniel Benavides
País: Ecuador

egún datos del Instituto Nacional de Estadísticas de Ecuador, más de un millón y medio de personas se han ido del país en los últimos diez años. En su mayoría son hombres, que buscan una mejor expectativa de vida. El resultado: muchos pueblos fantasmas sin padres y esposos, pero también sin fuerza laboral.

Uno de esos pueblos es Licto, ubicado a 180 kilómetros de la capital, Quito. Rodeado por la imponente Cordillera de los Andes, Licto era un pueblo golpeado por la falta de hombres. Esto fue algo grave, ya que en la sociedad es “él” quien mayoritariamente trabaja y lleva el dinero a la casa.

En esta compleja situación para las mujeres del pueblo, apareció Rosa Guamán, una jefa de hogar de 56 años y cinco hijos. Ella fue la pionera de un cambio profundo en el desarrollo económico de Licto. Pero aún más importante, en cambiar la mentalidad de su gente.

Aunque Rosa sólo terminó los estudios primarios, tenía las ganas de hacer algo más. “Me interesaba mucho aprender. Quise estudiar pero no tuve oportunidad por falta de dinero. Siempre fue mi interés capacitarme; entonces empecé a seguir cursos y talleres. Eso me permitió ver otras realidades”.

Rosa tenía como objetivo mejorar la calidad de vida de su pueblo. Sin embargo, se enfrentaba a un analfabetismo muy fuerte, lo cual limitaba las posibilidades de comenzar cualquier negocio. Además, obviamente no contaban con dinero para abrir una empresa. Entonces recurrió al único conocimiento que tenía acumulado desde generaciones: la medicina ancestral naturista.

“Esa sabiduría milenaria no se encuentra en las universidades, está en el pueblo”, explica Rosa. “Es el valor que nosotros tenemos. Sabiendo que los ingredientes naturales son una oportunidad de hacer negocio, aprovechamos eso y comenzamos a hacerlo”.

Apoyo extranjero

Su primera y única inversión fue su propio trabajo. A fines de 1998, comenzaron en el jardín de la casa de sus padres plantando ortiga, alfalfa, borroja y cola de caballo. Luego, comenzaron a plantar en las casas de sus otras compañeras.

En un principio, nadie creía en su proyecto. Trabajaban con sus propias manos en la tierra hasta 20 horas diarias. Lo hicieron durante varios años para demostrar que tenían lo necesario para recibir apoyo e inversión externa.

“Empezamos con una feria de salud, luego de haber trabajado con las mujeres de la comunidad en talleres de distintos tipos. En esta feria conseguimos llamar la atención del gobierno de Canadá, el cual nos hizo un préstamo para comprar una planta de procesamiento”.

Después de eso, recibieron también el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esto les permitió lograr los estándares necesarios para obtener el registro sanitario y la compra de maquinarias. Sin embargo, a partir de 2008 dejaron la ayuda internacional y hoy se mantienen sin problemas por sus propios medios.

De esta manera, Rosa y sus compañeras crearon la Asociación de Plantas Medicinales “Jambi Kiwa”, donde trabajan 16 personas, y que además genera trabajo para otras 240 agricultores. “Ahora tenemos más de 70 plantas que cultivamos y procesamos”, señala.

Negocio en Europa

Lejos de la imagen de campos abandonados y secos que se podía ver hace algún tiempo, en Jambi Kiwa se vive un ambiente que mezcla la tradición indígena y la modernidad. Modernas máquinas como cortadoras, moledoras y empacadoras conviven hoy con la medicina natural y tradicional que las mujeres han rescatado de los ancianos de la región.

Todo esto, además, está adaptado a la realidad del libre mercado. El negocio tiene una producción mensual de 12.000 kilos de hierbas frescas que se convierten en 3.000 kilos de producto seco para la venta. Las hierbas, procesadas en forma de té, tintes y shampoo se exportan en la actualidad a una gran cantidad de países europeos.

El 75% de su producción está en el mercado internacional desde 2006 cuando ingresaron al programa de la organización europea “Comercio Justo”. Francia, España, Alemania, Holanda y Bélgica son ahora sus principales clientes. Tienen ventas anuales por 250.000 dólares.

En noviembre de 2002, Rosa Guamán recibió el premio del “Concurso Nacional de Emprendimientos Productivos Liderados por Mujeres”, otorgado por el gobierno ecuatoriano. “Es parte de todo el esfuerzo puesto por cada una de las personas que creyeron en nuestro proyecto”, señala. Ahora Licto ya no es una tierra abandonada, pero aun más importante es que sus mujeres aprendieron a creer en ellas mismas.

Proceso de Producción
Lo primero que se hace es cultivar las plantas, luego se procede a ventilarlas u oxigenarlas. Después viene el proceso de secado y de molido; seguido por el colado. Tras eso, se mete la materia prima en bolsas de 25 kg. También a veces, se carga la máquina de embalaje, que introduce el producto en bolsas envueltas.


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