Nivel

Lee el resumen
en nivel básico
Escucha y lee
Download


En Argentina, un país donde la mayoría de sus habitantes pertenece a la religión católica, existe un grupo minoritario de personas que optó por seguir el camino del sufismo, la rama mística del islam. Y dentro de ese pequeño grupo algunos se retiraron de las grandes ciudades para estar más en contacto con la tierra y la naturaleza. Esta es una crónica sobre la vida de aquellos que eligieron este camino de adorar a Alá, a través de la guía y el amor de un sheik.

Texto: Paula Meggliorato
Fotos: Facebook Sufismo Córdoba
País: Argentina

a primera vez que escuché hablar de los sufis fue a través de una amiga. Estábamos en la hostería que su mamá tiene en San Esteban y me contó que, desde hacía un tiempo, se alojaban allí algunas familias de sufis que habían llegado para quedarse a vivir en la zona. El dato me llamó la atención. Primero, porque desconocía todo sobre ellos y segundo, porque creía que en ese pueblo no había nada particularmente interesante para instalarse.

San Esteban es un pueblito serrano de la provincia de Córdoba, en Argentina, al que se llega desde la capital provincial luego de recorrer 100 km y pasar por otros destinos turísticos más conocidos como La Falda o La Cumbre. San Esteban es chico: un puñado de casas desperdigadas en varias hectáreas de tierra y monte.

El resto es tierra y monte pero, sobre todo, tierra. Las casas que se ven son, en su mayoría, humildes o antiguas. Aunque de un tiempo a esta parte hay varias construcciones más nuevas: son de barro, muchas de ellas construidas utilizando botellas y gomas de auto recicladas en muchas de las cuales viven los sufis.

Al primero que conocí fue a Mahmud, el representante de la comunidad. Nos encontramos, una tarde, en la mezquita que hacía poco habían inaugurado: una construcción de barro, aún sin pintar que tenía en las paredes incrustaciones de botellas que formaban figuras como mandalas. Mahmud es amable y sonríe. Tiene una cara fresca, barba y se viste con sunna, la ropa tradicional sufí: gorrito, pantalones bombines, camisa de manga larga.

“El sufismo es un camino de vida donde la experiencia y la práctica constante y cotidiana hacen que uno no pueda olvidar a Dios”, me introdujo Mahmud, que con sus treinta y pocos años ya tiene más de una década dentro este camino.

Un nuevo nombre

En Argentina existen otras comunidades sufis, como en la provincia de Mendoza y varias en Buenos Aires. A su vez, en América Latina también hay comunidades sufis en Brasil, Venezuela y México, entre otras.

En San Esteban los sufis conviven en armonía con el resto de los habitantes del pueblo. Son vecinos muy cordiales y abiertos hacia toda la comunidad. Trabajan, como cualquier persona, en distintas actividades: muchos son artesanos, maestros, productores o empleados de comercio.

Rezan cinco veces al día de las cuales la primera y más importante es a las 5 de la mañana, antes del amanecer. Dicen que los estados interiores empiezan a pasar a través de la práctica y por eso es tan importante sostenerla.

Al entrar en el sufismo, el maestro les pone un nuevo nombre. Este se relaciona con la divinidad y, además, tiene que ver con la esencia de cada uno. Dicen que el nombre es un motor y que con éste uno estará más habilitado para conectar con su verdadera esencia espiritual. Mahmud cuenta que el suyo significa “ciervo en una estación digna de alabanza”. “La estación del profeta Muhammad”, aclara. Con ese nombre-motor se aspira a estar más cerca de la mejor versión de uno mismo.

Cuando le pregunté por qué eligió San Esteban para radicarse me contó que el sheik aconseja vivir fuera de las grandes ciudades y más conectados con la tierra. Y que le había dicho sobre la idea de armar una comunidad y un centro sufí en Córdoba. Confiesa que al principio no sabía exactamente dónde pero que luego a través de sueños y señales supo que era allí.

La mujer sufi

Otro día arreglé para charlar con Amina, la mujer de Mahmud. Quería tener una mirada femenina de dentro del sufismo ya que casi todo lo que había leído o escuchado sobre el tema eran visiones masculinas.

Le pregunto cómo combina la maternidad con una práctica tan rigurosa. “En la primera oración de la mañana es donde realmente se prueba tu anhelo. A veces me cuesta, pero intento levantarme siempre que puedo porque tengo un mejor día, estoy más despierta a las señales”, cuenta Amina.

Claro que cuando no tenía hijos era distinto. “Le dedicaba más tiempo a las oraciones pero aún con ellos las hago, las adapto a mi día. Las oraciones tienen un formato pero uno las puede acortar o alargar según necesite. Por ejemplo, si justo el nene se está bañando o si una mamá está amamantando puede orar mientras amamanta. Este camino permite que la vida suceda”, explica.

Hombres y mujeres rezan por separado: hombres delante, mujeres atrás. “Es por una cuestión de respeto”, explica. “Todos percibimos y sabemos que existen la energía masculina y la femenina. Si las mujeres en lugar de atrás nos pusiéramos a rezar delante, los hombres nos mirarían el culo. ¡Es obvio!”, se ríe.

Amina agrega que vista desde afuera, la mujer islámica aparece como sumisa. “Es que en esta tradición la mujer adopta un rol doméstico: está con los niños, en la casa, aunque no quiere decir que no pueda trabajar, de hecho trabajamos mucho y algunas también afuera aunque no es lo recomendado. Trabajamos más puertas adentro”.

La celebración del dikhr

Los jueves son los días del dikhr. Se trata de una práctica comunitaria, abierta a cualquiera, donde además de rezar juntos, recuerdan a Alá a través de cantos y alabanzas.

Llegué a las 21 horas, momento en que comienza el dikhr durante los meses de verano, y enseguida fueron llegando los asistentes. Hombres, mujeres y algunos niños. Salvo estos últimos, todos estaban vestidos con sunnas y con la cabeza tapada. Luego de saludos afectuosos y amigables, se dispuso un mantel en el piso, acercamos almohadones y nos sentamos, en ronda, a cenar. Desde una olla, alguien servía un guiso de arroz con verduras, mientras pasábamos los platos y los vasos.

Luego de la cena levantamos todo y, otra vez en ronda, Mahmud dirigió la ceremonia. En las palabras del comienzo dijo que no seríamos libres, ni despertaríamos, si no podíamos dominar nuestro ego. “Si alguna vez escuchamos o vimos cosas que ensuciaron nuestra mente, esta, sin duda, ensució nuestro corazón”, dijo.

Lo que siguió fueron repeticiones de oraciones y alabanzas en forma de mantras, cantos en árabe que todos repetimos. Al terminar los cantos, llegó el momento de la oración. Mientras uno de los hombres, en la parte de adelante, recitaba oraciones en árabe y guiaba toda la secuencia, todos nos arrodillábamos, poníamos la frente al piso y nos volvíamos a parar una y otra vez. Esos movimientos se llaman postraciones. Dicen que cuando la cabeza toca el suelo es el único momento en que queda abajo y el corazón arriba.

Terminó la oración y supongo que dijeron algo así como “la paz sea contigo” porque nos besamos y abrazamos. Ellos con ellos. Nosotras con nosotras.

Algunos datos…

· En Occidente, existen dos órdenes dentro del sufismo: la Naqshbandi y la Sharraji. Si bien ambas responden directamente al profeta Muhammad (Mahoma), provienen de discípulos distintos, de diferentes cadenas de sheiks.

· Mewlana sheikh Nazim es sheik directo de la cadena Naqshbandi. Los sufis de San Esteban pertenecen a este linaje.

· La ropa sunna que utilizan es por protección y despersonalización. Los sufis creen que hay que “desdibujarse” y vestirse modestamente para extinguir al ego. También para protegerse de la energía que quitan las miradas.

· No solo dentro del islam se impone tener la cabeza cubierta. Representantes de otras religiones también lo hacen: los judíos usan la kipá, un gorrito pequeño que cubre la parte superior de la cabeza, y también el papa católico. Esto simboliza la protección de Dios y su superioridad por encima de los hombres y las cosas.







feedback
nom@example.com

Sufis, de barba y turbante – A2




En un país mayoritariamente católico como Argentina, algunas personas eligen seguir caminos religiosos diferentes. Esa es la historia de los sufis, una comunidad musulmana que desde hace algún tiempo se instaló en la localidad de San Esteban, en la Provincia de Córdoba.

Los sufis están integrados a la comunidad local: son artesanos, maestros o trabajadores de comercio, pero se identifican por llevar barba y turbante. Ellos rezan cinco veces al día, la oración más importante es la que se hace en la mañana, antes del amanecer.

Esta comunidad sufi, se mudó a San Esteban porque "Mewlana sheikh Nazim", el maestro de esta rama del sufismo, aconseja vivir lejos de las ciudades. También es aconsejable que las mujeres trabajen puertas adentro.

La esposa del líder de la comunidad, Amina, cuenta que muchos piensan que la mujer sufi es sumisa. Ella explica que el estilo de vida es diferente, ellas se ocupan de la casa y lo que pasa adentro, además de la crianza de los hijos.

Los jueves son los días del dikhr. Se trata de una práctica comunitaria, abierta a cualquiera, donde además de rezar juntos, recuerdan a Alá a través de cantos y alabanzas. Primero se come en ronda, después se reza en árabe y se termina la sesión con un abrazo.

Comprensión

A continuación verás las preguntas de comprensión del texto. Lee y escucha el texto para responder a las preguntas. (Te recomendamos leer primero y escuchar después)

Sufis, de barba y turbante

Quiz

 

Gramática y Usos

A continuación encontrarás dos documentos PDF con la explicación del Uso y Gramática.

A1 ‘ Ejercicios Presente regular

C1 ‘Ejercicios Presente Subjuntivo .

Vocabulario

Sufis en Argentina

Vocabulario Resumen .

¿Quieres conocer más sobre Argentina?

Descubre sus imágenes, sonidos y sabores:

¡Viaja y aprende!