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En la cultura centroamericana es muy común recurrir a brujos, santos y supersticiones cuando se quiere curar una enfermedad, conocer una infidelidad, hacer un viaje o mejorar la suerte. República Dominicana es un buen ejemplo de ello. ¿De dónde hereda este pueblo sus creencias tan particulares y por qué tienen tanta fuerza hasta el día de hoy?

Texto: Millizen Uribe
Fotos: Loydi Montero
País: República Dominicana

relis Altagracia Jumelles, 49 años, ama de casa, tuvo su primera experiencia con la brujería hace 25 años. “Una amiga me invitó a visitar una bruja. Ella me atendió y de inmediato me dijo: ‘Su esposo tiene otra mujer más alta y más blanca que usted’. Yo lo dudé, porque el salía siempre del trabajo para la casa”, cuenta.

Pero luego comprobó que su esposo siempre recibía la llamada de una supuesta sobrina. En una ocasión la mujer lo llamó a la casa de su hermano. Arelis escuchó la conversación y lo descubrió todo. Entonces comprobó que lo que le había dicho la bruja era verdad. “Precisamente la amante de mi esposo era más alta y más blanca que yo”, recuerda.

La cultura centroamericana es el resultado de una mezcla cultural. En ella conviven la herencia indígena, las creencias cristianas de los conquistadores españoles y los rituales de los esclavos africanos que fueron traídos después.

República Dominicana no escapa a este fenómeno. La nación caribeña tiene gran influencia africana y una parte importante de la población todavía cree en supersticiones y practica la brujería.

Pero tras tantos años ¿cómo es posible que esta práctica siga tan viva en el país? La respuesta es muy sencilla: pasa de generación en generación, de padres a hijos, de amigos a amigos.

“Yo llevé a una prima adonde una bruja, y le ‘volvió’ a llevar el marido a la casa porque se había ido con otra. O sea, que se lo quitó a la otra. Eso fue cierto”, nos cuenta Arelis.

A este tipo de casos se suman las consultas sobre viajes, rituales para mejorar la suerte o simplemente, solucionar problemas de salud. Es así como para gran parte de los dominicanos, la brujería constituye una verdadera garantía de que lograran sus objetivos.

Santería, la “magia blanca”

Dentro de la mezcla cultural centroamericana, hay una parte de la brujería que se cruza con la religión católica. Se trata de la santería o “magia blanca”, como prefiere llamarla María Pérez. En ésta, a diferencia de la magia negra, sólo se hacen peticiones buenas, es decir, que no dañen a otros. “Yo me inicié a los 10 años por experiencia familiar. Mi abuela me orientó y aconsejó. Su fe me indujo a respetarlo y a creer en ello”, señala.

Sorprendentemente, se observa entonces que los santos en los que se cree son los mismos de la fe católica, cuando se entiende que estas son dos creencias contradictorias entre sí. Indira Moriña, comunicadora social de origen cubano, indica que la explicación a esto se encuentra en la época de la colonización. “Los españoles trataron de imponer sus creencias religiosas a los indígenas y a los esclavos negros. Éstos últimos se resistieron y de manera ingeniosa, para cumplir la voluntad de sus amos sin fallarles a sus dioses, comenzaron a llamar a los santos católicos con los nombres de los suyos”, explica.

Indira, conocedora de estas creencias gracias a sus abuelos, quienes son practicantes de la santería, sostiene que de esta manera el Santo Niño de Atocha, por ejemplo, se convirtió en Eleguá, la Virgen de las Mercedes, que hoy día es una de las patronas del pueblo dominicano.

En Cuba, la práctica de la brujería y la santería está muy relacionada con la medicina natural. Indira explica que se cree mucho en los elementos de la naturaleza: el río, el mar, los palos del monte, la piedra. Por eso se usa mucho los elementos naturales para hacer los “trabajos”: curaciones, bienestar económico y personal, mejora de la suerte y cambios en lo social y político.

Brujería, hoy

Al igual que otras naciones, la República Dominicana es víctima de un proceso de globalización. Sus costumbres reciben cada día mayor influencia de otras naciones, llegando inclusive a perder algunas.

En el caso de la brujería y la santería no sucede así. Pese al paso del tiempo y la desconfianza que genera en algunos, esta creencia continúa fuerte en una parte importante de la población.

Geográficamente esto sucede, sobre todo, en familias que habitan las zonas sur y este del país, que fue precisamente donde los esclavos tuvieron mayor presencia. A su vez, en la zona capitaleña, los brujos tienen gran demanda en barrios habitados en su mayoría por haitianos, quienes profesan todavía con más fe la cultura de la brujería.

La clientela de los brujos abarca las diferentes clases sociales. Ricos y pobres acuden donde ellos para tratar diferentes temas. Incluso personas cultas e instruidas, que contradicen la idea de que quienes creen en la brujería son personas poco estudiadas. Es así como todos ellos apelan a los “brujos” cuando en el caso de enfermos les falla la medicina tradicional o cuando todo les sale mal sin explicaciones lógicas.

¿Y cómo funciona?
En la brujería, la gente consulta a los brujos o las brujas, que se supone son seres humanos que tienen poderes sobrenaturales y ciertas habilidades mágicas. De acuerdo a esta creencia, tienen el poder de “ser un caballo” en los que los santos “se montan” y dan a quienes les consultan brebajes, hechizos y amuletos para conquistar un amor, conseguir dinero, lograr un trabajo o hacer daño a un enemigo. Esos poderes pueden ser utilizados para hacer el bien, en el caso de que el brujo o bruja sea practicante de la magia blanca, o para hacer el mal si es que acaso es seguidor de la magia negra.


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