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Potosí, situada al sur de Bolivia, siempre se ha caracterizado por ser una ciudad minera. También conocida como la “Villa Imperial” gran parte de su población trabaja en las minas de los alrededores. La ciudad está vigilada por el Cerro Rico de Potosí (Sumaj Orcko, en quechua). Uno de los tantos trabajadores de la mina se llama Miguel. ¿Y cuál es la particularidad de esta persona? Que es un niño de tan solo 9 años. Acompañen a nuestra periodista en este increíble recorrido dentro de la mina, quien fue guiada por este pequeño muchacho a través de un laberinto interminable de túneles.

Texto: Marianela Ramos
País: Bolivia

on las 7:00 AM. Hace mucho frío. Debo cubrirme el rostro con una chalina para que el viento no lo golpee. Esperamos un autobús que nos acerque al Cerro Rico de Potosí. Pasan camiones, taxis, buses, pero nadie se detiene. ¡Al fin! Un camión para y le decimos que queremos llegar hasta la entrada del cerro. El chofer hace un gesto que nos autoriza a subir. Trepamos como podemos y partimos.

De pronto, el camión se detiene. Alguien dice: “Seguro ya se plantó”, cuando el chofer señala un puestito donde se vende coca, alcohol, dinamita y cigarros. “Aquí hay que comprar”, grita el chofer desde la cabina y todos obedientes nos apresuramos a comprar uno de cada uno. El camión arranca nuevamente.

Luego de dar muchas vueltas y de ver cómo Potosí se aleja de nosotros, llegamos a destino. Nos llevan hacia un cuarto donde debemos guardar nuestras cosas y cambiarnos. En la habitación se encuentran otros visitantes quienes, al igual que nosotros, aguardan por uniformes, botas, cascos y linternas. Un minero nos dice: “Tengan cuidado con golpearse la cabeza. Si escuchan que se acerca un vagón deben hacerse a un lado como puedan y no pisar el riel porque los puede arrastrar”.

Dentro de la mina

Oscuridad total. La lámpara de mi casco deja de funcionar a los 20 primeros pasos. No hay manera de retroceder, ya no veo nada; me guío por las luces de las personas que caminan delante de mí. El olor a mineral es muy fuerte, llego a sentir el sabor. Seguimos caminando.

“No podemos continuar sin visitar a ‘el Tío’ ”, dice el señor que nos guía. Nos aproximamos a un lugar grande con mucha luz. Delante mío, se encuentra el “Tío”: es la escultura de un diablo sentado. Debemos pedirle que nos proteja y agradecerle por dejarnos entrar. Le “regalamos” un cigarro, hojas de coca y una botella de alcohol. Servimos en la tapa un poco de alcohol y lo echamos a sus pies. Servimos otra tapa y lo tomamos nosotros. Podemos seguir el recorrido.

En cada mina de Bolivia existe al menos un “Tío”. Es la muestra de respeto hacia el dueño de las profundidades de la tierra. Una vez dentro de la mina él es quien protege y guía a los mineros. Guardar una buena relación con él es importante.

Segundo nivel. Hemos descendido unos 2 metros, el calor aumenta. Empezamos a transpirar. Se escucha el constante martillar de los mineros. Alguien grita “¡carga!” y debemos hacernos a un lado como podamos. Pasa un vagón a toda velocidad y trepado en él un niño que sonríe al vernos.

Tercer nivel. Seguimos el recorrido. Las gotas de sudor empiezan a caer de nuestras frentes pero el interior de la mina es impresionante. Nada que ningún libro pueda describir. Debemos estar aproximadamente a 6 metros de la superficie. El calor es más intenso. Los trabajadores siguen en su labor.

Cuarto nivel. Siento que la humedad ha mojado mi ropa. Nos sentamos a descansar y tomar un poco de agua. Regalamos a los mineros que pasan cigarros, hojas coca y el alcohol que nos sobra. Un vagón se detiene delante de nosotros. Está vacío.

“¿Ustedes estaban arriba hace rato, no?” nos pregunta un niño mientras se baja y empuja el vagón fuera del riel. Su nombre es Miguel Q. Tiene casi un metro de altura, tez morena y cabello negro. Entre sus pequeños dientes se distinguen cinco que brillan más que los demás: son dientes de oro. Tiene 9 años. Ayuda a cargar los vagones de escombros para liberar espacio en las diferentes galerías en las que se trabaja.

¿Qué hace un niño ahí?

Para Miguel, trabajar en la mina es toda una aventura. Puede conocer gente que viene de muy lejos. Lo que más le gusta de ello es que a veces le obsequian un caramelo, un pequeño recuerdo o simplemente unas cuantas monedas, tesoros que guarda como la veta más valiosa que hubiera podido obtener. Es el cuarto de seis hermanos pero es el único que trabaja en la mina. “Fuera de las horas de clases”, recalca él (en Bolivia existen diferentes turnos para asistir a la escuela: mañana, tarde y noche).

El padre de Miguel empezó haciendo la misma labor a los 10 años, al verse huérfano junto a 4 hermanos menores. Por eso es normal que Miguel salga a trabajar en compañía de su padre. Su rutina comienza a las 5:00 AM, de lunes a sábado. Despierta junto a su padre, toman un jarro de café o té y salen rumbo a la mina. Miguel se encarga de ayudar a llenar los vagones de escombros y dirigirlos hacia la salida.

En algunas ocasiones, cuando se empieza a realizar el vaciado de la galería, se forman ciertas cavidades donde es imposible que el cuerpo de una persona adulta pueda ingresar. Por eso, los mayores piden a Miguel que entre y vea qué es lo que obstruye la apertura del camino. Algunas veces, le pasan herramientas para que él pique desde adentro. El niño relata estas ocasiones lleno de orgullo ya que se siente “muy importante”.

Le pregunto por el “Tío”, y él responde: “Yo no le tengo miedo”. Miguel está acostumbrado a verlo todos los días y asegura que el “Tío” cuida de él y de su padre y que si no se le da lo que le gusta (coca, cigarrillos, alcohol) puede enfadarse y hacer que suceda una tragedia.

Saliendo…

Comenzamos el ascenso. Debemos estar a unos 12 metros de la superficie. El calor y la humedad son intensos. Nos indican que debemos retornar porque los siguientes niveles son de mucho riesgo. Miguel nos guiará hasta la salida ya que él debe partir y alistarse para ir a la escuela en la tarde.

La risa de nuestro pequeño guía retumba en las galerías. Los mineros se dan la vuelta al escucharlo y le dicen algunas palabras en quechua al pasar por su lado. Nos cuenta anécdotas de turistas que se asustan o de cosas que se encuentra en los rieles. En ningún momento se detiene a descansar ni a recobrar el aliento; su entusiasmo y energía parecen inagotables.

Ya estamos a mitad del camino. Es refrescante ver cómo este niño salta por los rieles y tiene la fuerza para hacer el trayecto más fácil y llevadero. Me llena de energía no solamente para seguir subiendo, sino para seguir caminando en la vida.

Un nivel más y salimos. Miguel sonríe al vernos transpirar y respirar cada vez más profundo. “Están rojos como tomates” dice. Sus dientes de oro brillan en medio de la oscuridad. Continúa contando sus aventuras en la mina.

¡Llegamos! Puedo ver la luz del sol que entra a lo lejos. Ahora el aire tiene otro sabor y mi cansancio se ha transformado en entusiasmo gracias a este pequeño minero de dientes dorados.

Trabajo infantil

Según datos de OIT y UNICEF, los menores de edad constituyen la mitad de la población boliviana. En la minería artesanal, concentrada en siete municipios (Oruro, Potosí y La Paz), trabajan más de 38.000 personas. De ellas, cerca de 3.800 son niños y adolescentes. Aquí, 12 de cada 100 son niños menores de 10 años; 20 de cada 100 tienen entre 11 y 13 años y 56 de cada 100 son adolescentes entre 13 y 18 años.

Como país miembro de la OIT, en 1997 Bolivia ratificó el Convenio 138 sobre la edad mínima de admisión al empleo y dispuso que sea de 14 años. Sin embargo, el trabajo de niños y adolescentes en la minería constituye un caso de Trabajo Infantil Peligroso y como tal ha sido comprendido entre las llamadas “Peores Formas de Trabajo Infantil” cuya erradicación es una política nacional adoptada por el Estado Boliviano, en el marco de la Convención de los Derechos de los Niños y los Convenios de la OIT.






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  • Conoce al Tío de la mina

  • La Vela Puerca “Potosí voy”

Versión Principiantes – A2


La increíble historia del niño ‘minero’.


Nuestra periodista boliviana se embarcó en una aventura hacia las profundidades de la tierra, donde exploró el Cerro Rico de Potosí. Una montaña de la que se extrae carbón desde hace más de 500 años. Allí conoció a “el Tío”, el calor de las galerías y la dura vida de los mineros. Sin embargo, un niño, Miguel Q., le mostró que la vida puede ser alegre y el trabajo aunque cansador, una aventura.

Miguel trabaja en una de las minas del cerro. Su trabajo consiste en cargar los vagones de escombros y sacarlos a la superficie por los rieles. Él trabaja junto a su padre por las mañanas y por las tardes asiste a la escuela. Para Miguel este trabajo es muy interesante, ya que puede conocer a gente de países lejanos – que siempre le regalan cosas- y hacer labores que los otros mineros no pueden por ser demasiado grandes.

Si bien el trabajo infantil está prohibido por ley en Bolivia, es una situación que se repite cada día; en muchos casos como el de Miguel, está acompañado de la escuela y de un sentimiento de orgullo y de autovaloración.

Comprensión

A continuación verás las preguntas de comprensión del texto. Lee y escucha el texto para responder a las preguntas. (Te recomendamos leer primero y escuchar después)

La increíble historia del niño minero

Quiz

 

Gramática y Usos

A continuación encontrarás dos documentos PDF con la explicación del Uso y Gramática.

A1 ‘ Vocabulario de Ropa Bolivia .

C1 ‘¿Deber o deber de? . .

Vocabulario

La increíble historia del niño minero

La minería .

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