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El primer ascensor para personas se instaló en los almacenes EV HaughwoutCompany, Nueva York, en 1857. Hasta la década de los 50, el trabajo de ascensorista fue muy popular, pero prácticamente se extinguió con la aparición de los sistemas automáticos. Sin embargo, en la ciudad de Quito, aún existen tres hombres que ejercen este noble y peculiar oficio. ¿Cuál es su labor concreta? ¿Qué aporte real hacen estas personas? ¿Qué siente y opina un ascensorista respecto de esta profesión? Bueno, en esta entrevista conversamos con uno de ellos y aquí podrás conocer sus respuestas y varias anécdotas que él ha vivido.

Texto y fotos: Eduardo Flores
País: Ecuador

uristas y visitantes locales disfrutan de cada rincón del casco colonial de Quito. Buscan edificios públicos o privados de donde poder divisar paisajes urbanos del centro histórico. En esta búsqueda destaca el restaurante “Vista Hermosa”, ubicado en un sexto piso. Desde este lugar se aprecian hermosos paisajes, los nevados y las colinas eternas del Pichincha.

Juan Carlos Guamán Vaca (28 años) trabaja aquí. Es ascensorista. Dice sentirse orgulloso de dirigir el elevador, ya que lo considera la atracción principal del restaurante. Con amabilidad, tolerancia y buen humor trata de dejar la mejor imagen a los clientes: así regresarán nuevamente a este lugar.

Con una sonrisa cordial, destaca por su simpatía. Viste una chaqueta negra con botones dorados y un gorro de maquinista. Invita a los concurrentes a ingresar al pequeño ascensor (con capacidad para 6 personas). Después de un saludo cierra una reja metálica blanca, jala una palanca de manivela para activarlo y luego cierra la puerta del elevador.

“No es la primera vez que me entrevistan”, comenta. “Antes me dedicaba a las actividades propias del campo. Por cosas de la vida vine a la ciudad con el anuncio de un periódico. Llegué a este restaurante en busca de un de trabajo y llevo tres años subiendo y bajando”.

Cuándo se pone el uniforme de ascensorista, ¿qué le dicen los turistas nacionales y extranjeros?

Para mí es un orgullo vestirme con este uniforme. Sin él no sería igual, puesto que llama la atención de niños y adultos. Algunos bromean y me dicen que soy el “Cantinflas ecuatoriano” por la película ‘El Ascensorista’.

¿Cuándo usted empezó a trabajar no tuvo temor a la claustrofobia que puede generar este lugar?

Al principio tenía temor que el ascensor se dañase por su antigüedad. Conforme pasa el tiempo se pierde el miedo. Obviamente tenemos técnicos que brindan periódicamente el mantenimiento al elevador. La experiencia y la capacitación ayudan a utilizar correctamente el ascensor; parece que fuera fácil pero hay que saber accionar la palanca con habilidad y anticipación para que se detenga el elevador en el piso requerido.

¿Cómo se siente cuándo anda en otros ascensores?

En las mañanas tengo libre para realizar mis trámites personales y me he subido a los ascensores modernos. Veo como la gente manipula los botones y me siento inseguro. La experiencia es clave para poder dirigir este ascensor. Los viejos son mejores; eran construidos con piezas mecánicas de alta calidad. Por eso duran tanto; imagínese, ¡son 65 años de funcionamiento!

Tal vez, alguna vez se quedó encerrado en el ascensor por algún daño. Cuénteme, ¿cómo es esa experiencia?

No, gracias a Dios no se ha dañado hasta la fecha. Pero si ocurriese es importante mantener la calma. Pulsaría el botón que alerta a la seguridad sobre un eventual daño y trataría que esta experiencia no sea traumática conversando de varios temas con los visitantes. Recuerdo que en una ocasión abordaron el ascensor un grupo de personas y me imagino que no se conocían por el silencio que imperaba. Entonces se me ocurrió hacer la conversa y preguntar “parece que va a llover”. Entre carcajadas, una de las personas me respondió mirando al techo “sí, y agua mojada”. También me reí con ellos pero me dio mucha vergüenza por mi comentario.

El ascensor es un lugar de encuentro de diferentes personas, algunas anónimas otras famosas. Durante sus años de servicio ¿qué anécdotas le ha dejado los millones de segundos que usted ha tenido que compartir con estas personas?

Lo mejor es no llevar la cuenta de los segundos o las veces que subes y bajas en el elevador. Cuando los viajeros suben en el ascensor no se sabe si son famosos, la mayoría es gente amable y alegre. Una vez platiqué con un señor japonés muy agradable; luego un compañero me dijo que era un embajador. Aquí han llegado personalidades como cantantes, políticos, embajadores, presentadoras de TV, entre otros.

Este es un trabajo que tiene los días contados, una labor en extinción. El desarrollo tecnológico lleva a la automatización y a la reducción de la mano de obra, ¿qué opina Ud. al respecto?

Es una pena que esta linda profesión se vaya perdiendo. Tal vez el empresario, al colocar un moderno ascensor, cree que ahorra el sueldo de un ascensorista. Pero eso es una grave equivocación porque el ascensorista no solo opera la máquina sino que transmite calor humano con su trato, atiende las inquietudes del turista y lo orienta durante su visita. En otros edificios pierden porque no hay quien reciba a las personas que utilizan el ascensor con un saludo y una sonrisa. Algunos entran al ascensor con sus problemas cotidianos. Cuando se conversa cambia su actitud, eso no lo puede hacer una máquina.

Las personas de antaño y actuales a las que brindado su servicio ¿han sabido valorar su atención, sobre todo cuando están contra el tiempo?

¡ Por supuesto que sí! Aquí me preguntan cuánto tiempo tiene el ascensor, quién lo ensambló, de dónde proviene y sobre los lugares que pueden visitar. Aquí se conoce un sinnúmero de personas, algunas me ofrecen una propina. Una vez, un turista me dijo: “Disculpa no tengo una moneda para regalarte”. Me estrechó la mano con fuerza y me felicitó por mi atención; yo le dije: “No se preocupe, su amistad no tiene precio”.

¿Cuál es la diferencia existente en su trabajo en el siglo anterior al actual?

La única diferencia es la evolución de los ascensores con la tecnología. En esta época ver un ascensorista es algo novedoso, ¿los visitantes buscan tomar una fotografía? Sin duda. Todos los turistas extranjeros me solicitan que me tome una foto con ellos. Por lo menos unas 10 a 20 fotografías diarias. Esto me hace sentir muy importante, como un embajador o un artista.

¿Considera importante conservar este oficio como una reliquia histórica laboral?

Efectivamente este oficio se va perdiendo; la única forma de preservarlo es difundiéndolo y haciéndole parte de las tradiciones de nuestra ciudad.

¿Qué le significa a usted este trabajo y cuál cree que es su aporte?

Este oficio me ha dado muchas satisfacciones personales. Me ha permitido conocer muchas personas de diferentes países y culturas. Mi aporte es hacer quedar bien a mi ciudad y mi país para que el visitante se lleve una grata experiencia.

Algunos Datos

- Este ascensor fue instalado en 1948 por Antonio Granda Centeno, empresario de construcciones, nacido en el seno de una familia adinerada. Centeno se dedicó desde 1918 a la ingeniería después de haberse preparado como maestro. Su primera obra fue un puente. Uno de sus trabajos más notables fue la construcción de la carretera entre Quito y Guayaquil.

- El edificio Vista Hermosa se encuentra en el número 453 de la calle Mejía y García Moreno.El restaurante –del mismo nombre- ubicado en el sexto piso del inmueble ofrece sándwiches, pastas, pizzas, carnes y mariscos. Este edificio es uno de los más altos del casco viejo de Quito; desde allí se puede observar el Panecillo, la Iglesia de San Agustín, la Iglesia de la Merced y la Iglesia de la Basílica entre otros monumentos y calles.

- El casco viejo de Quito fue diseñado por Sebastián de Benalcázar. Todavía conserva monumentos edificados en los siglos XVI y XVII. En sus iglesias, casonas y museos se pueden observar obras de la escuela quiteña de pintura y escultura, una de las mayores alturas del arte colonial que tuvo un gran impacto en Perú y Bolivia.







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Versión Principiantes – A2


Ascensorista.


Ser ascensorista parece ser un trabajo de antaño. ¿Para qué se necesita a una persona que opere el elevador? Pues nuestro amigo Juan Carlos Guamán Vaca, de 28 años, piensa que un ascensorista, además de subir y bajar, es la persona encargada de recibir amablemente a los visitantes, de darles su mejor sonrisa y cambiarles el día con un comentario.

Juan Carlos es uno de los pocos ascensoristas que quedan en el mundo. Él trabaja en Quito, Ecuador, en el ascensor del restaurante “Vista Hermosa”. Éste tiene panorámicas del centro histórico de la ciudad que atraen a turistas, famosos, embajadores y curiosos.

Lo que más le gusta a Juan Carlos es que él siente que tiene la oportunidad de cambiar el día de una persona. Todas las personas buscan sacarse una fotografía con él ya que a su corta edad se le considera una “reliquia”.
Juan Carlos nos contó que conoció a embajadores, famosos y gente de a pie. Él trata a todos por igual porque en esos pocos segundos que tiene para compartir no sabe quién es quién y ofrece su cordialidad a todos por igual.


Comprensión

A continuación verás las preguntas de comprensión del texto. Lee y escucha el texto para responder a las preguntas. (Te recomendamos leer primero y escuchar después)

El ascensorista

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Gramática y Usos

A continuación encontrarás dos documentos PDF con la explicación del Uso y Gramática.

A1 ‘ Preposiciones de lugar .

B2 ‘Regionalismos ecuatorianos . .

Vocabulario

El ascensorista

Vocabulario Resumen .

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