Son los psicólogos ambulantes de los transeúntes. Día tras día recorren la ciudad y acogen a miles de ciudadanos para llevarlos de un lugar a otro, mientras escuchan fragmentos de diálogos, sueños, esperanzas, buenas y malas noticias y a través del retrovisor ven todas las caras de la humanidad. Por Laura Basagaña

Jesús Romero tiene 45 años y lleva 26 ejerciendo taxista. Un día se dio cuenta que en el asiento trasero había un paquetito pequeño que abrió cuidadosamente. Acababa de dejar un señor en su casa y pensó que había que devolverle el paquete al cliente. La cara de Jesús pasó de la sorpresa a la carcajada cuando vio lo que era realmente ese pequeño paquete. Nada más ni nada menos que ¡una dentadura postiza! Por lo visto, el señor venía del dentista y se había quitado la placa dentro del taxi. Rápidamente, Jesús llamó a la emisora de radio para averiguar el teléfono del propietario de la dentadura y así poder devolverle las piezas dentales olvidadas.

La bilbaína Begoña Torres, de 50 años, conducía su taxi y recogió a un señor. Iba bien vestido y tenía unos 35 años. Él dijo:“Al bingo de Gran Vía”. Y le contó que acababa de salir de la prisión y que estaba en un albergue, pero que lo habían echado recién. También le dijo que sus padres no querían saber nada de él. Insistía que no había matado a nadie, que sólo robaba. Luego le confesó que era cocainómano. Begoña mantuvo la calma hasta que llegaron al bingo. Ella le dijo: “Suerte” y él le pidió perdón por haberle dado la charla, incluso le dejó propina. “No, yo no tengo suerte”, dijo. “Pero si gano algo en el bingo, me lo gastaré en mujeres o en droga”.

“Una vez llevé a un señor al hotel Covadonga y bajé para darle las maletas y abrirle la puerta del hotel”, comenta Isabel Ardite Guirao, 52 años que lleva casi 30 años conduciendo. “Tenía el coche encima de la acera y de pronto tuve un presentimiento. Tal como pensé, me giré y mi bolso ya no estaba. Vi a un sujeto que iba hacia la calle Francesc Macià y pensé: ¡Este hombre tiene mi bolso! Entonces agarré un palo de hacer kárate que llevaba en el coche y fui tras el ladrón. Había otro tipo bien vestido que le dijo al ladronzuelo: “¡Vigila que va con un palo!” y entonces el hombre se giró y me tiró el bolso al suelo. ‘Está todo, no he robado nada’, dijo. Yo recogí el bolso del suelo y cuando levanté la cabeza, el ladrón se había escapado, pero pude recuperar mis pertenencias”.

Josep Vila Sánchez, de 50 años, hace 8 años que conduce el mítico coche amarillo y negro. Un día se encontraba en la Avenida del Paral-lel y vio como un hombre asiático se le acercaba. Bajó la ventanilla del coche y el hombre le dijo: “San-chi-ché-chó”, a lo que el taxista exclamó: “¡Ostras! No entendió nada y replicó: “¿San-chi-ché-chó, qué?” Y el asiático le contestó: “San-chi-ché-chó”. Josep pensó: ¡Hostia! ¿Molins de Rei?” y el sujeto contestó: “¡Sí, sí!” Después Josep le dijo: ¿Al lado de Molins de Rei? Mientras el transeúnte asentía con la cabeza. Josep preguntó: ¿Sant Vicens dels Horts? A lo que el hombre chino contestó: “Sí, San-chi-ché-chó” (que vendría a ser la transcripción fonética del pueblo catalán Sant Vicens dels Horts, en chino).

CURIOSIDADES
- Los clientes más generosos en dar propinas son los ingleses y los norteamericanos. - Muchos restaurantes y locales de ocio dan comisiones a los taxistas por llevarles a clientes. - Los taxistas no están obligados a transportar animales, sólo perros guías para personas ciegas. Respecto al resto de animales, es el chofer quien decide. - Hay aproximadamente 16.000 taxistas en la ciudad de Barcelona.


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