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La experiencia de esta norteamericana en Costa Rica, entre agosto y noviembre de 2006, cambió para siempre su vida y su manera de ver el mundo. La mayoría de la gente viaja a este país centroamericano para disfrutar sus vacaciones y relajarse en bellas playas. Ella, en cambio, pasó su tiempo en las montañas, viviendo con una familia en un pueblo de solo 35 familias. Trabajó como recolectora de café, bajo un calor y un cansancio físico casi insoportables

Texto: Louisa Daniel
Nacionalidad: estadounidense
País de intercambio: Costa Rica

l llegar a Guadalupe, ubicada cerca de la capital San José, me sentí completamente desorientada. Claro, había tomado clases de español antes, pero todo el conocimiento que tenía pareció desaparecer. Me encontré superada por un idioma que no hablaba.

Aparte de eso, muy pocas personas en este pueblo habían tenido alguna vez un encuentro con una norteamericana y no hablaban suficiente inglés para facilitar la comunicación. Sin embargo, al pasar las semanas, el uso de gestos para comunicarme empezó a disminuir y mi conocimiento de español mejoró.

Como fuente de ingresos, la gente de Guadalupe trabaja cosechando café durante innumerables horas, ganando solamente dos dólares al día. Guadalupe está ubicada en la sierra y queda a una hora en bus de cualquier centro urbano. La posibilidad de trabajo, salvo la cosecha de granos de café, es poca; casi inexistente.

Todos los miembros de una familia, suben y bajan diariamente a los campos plagados de insectos. Caminan bajo un sol ardiente para poder juntar un poco de dinero para su gente, que en general, es extremadamente pobre.

La parte más difícil para mí fue no sólo el hecho de que la gente sacrifica muchas cosas para poder trabajar, sino también la falta de reconocimiento y compensación por un trabajo tan intenso como ese. Llevan enormes canastas atadas a sus cinturas durante horas, poniendo más y más peso en sus espaldas y piernas. Y llenan por lo menos cinco canastas al día.

Cuando trabajaba en los campos con ellos, era incapaz de llenar ni siquiera una canasta al día. El cansancio físico y el calor que sufría bajo las camisas de manga larga que tenía que llevar para protegerme de los bichos dañinos, eran muy grande.

Una gran frustración

Eso era la vida de casi todos en Guadalupe. Pero yo era la única persona que se quejaba. Mientras para mí era difícil entender ese estilo de vida, los que laboraban a mi lado estaban simplemente felices de tener esa oportunidad de trabajar. No importaba la poca paga; no importaba cuantas canastas lograban llenar; sus sueldos permanecían en dos dólares diarios.

Como estadounidense, esto me pareció ridículo. Mi frustración creció al regresar a mi país y ver que una libra de granos de café en un local como Starbucks ¡se vende en cerca de 12 dólares la bolsa! Me hubiera gustado pesar una canasta entera de granos de café en Guadalupe, ¡era mucho más que una libra! ¿A dónde va todo ese dinero? Claramente no a las personas que hacen el trabajo y que necesitan el dinero. Va a una persona sentada en una oficina con aire acondicionado y que recibe grandes beneficios de un producto ridículamente sobrevalorado.

Inevitablemente, así funciona el mundo con respecto a la mayoría de los productos vendidos. Pero con la experiencia viene el conocimiento, y así uno tiene la oportunidad y la obligación de enseñar lo que se ha aprendido. Hay que influir en el resultado y tratar de hacer la diferencia.

Así, les animo a todos a tomar conciencia cuando compren productos como éstos y, sobre todo, pensar a quién le llega finalmente el dinero. Este pequeño detalle, puede generar el poder de cambiar la vida de mucha gente en el mundo entero.


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