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Cortes extravagantes, afeitadas y peinados clásicos nunca faltan en las peluquerías de los diferentes barrios de Asunción. Se calcula que alrededor de 10.000 peluqueros profesionales están acreditados ante la Unión de Peinadores de Paraguay. Pero detrás del glamour y la galantería, se encuentra un mundo apartado de chismes y revistas, que mezcla temores, amores y esperanzas. Conoce aquí sus historias…

Texto y fotos: Eduardo Quintana
País: Paraguay

¡Cuidado con el ministro!
Osvaldo Portillo

En sus 28 años como peluquero, Osvaldo asegura que su profesión le ha brindado muchas satisfacciones y alegrías, pero a la vez, también sorpresas y angustias. En una oportunidad, en plena dictadura de Alfredo Stroessner, tuvo un pequeño problema con un ministro del régimen. “El peluquero con quien trabajaba me delegó la tarea de cortarle el cabello al ministro. Como eran los primeros meses de práctica, y ante una autoridad tan especial, no quise realizar el trabajo. Pero tuve que hacerlo. Cuando llegó, le pregunté: ‘¿Qué corte desea, señor?’. Él respondió: ‘Elija usted’. Estaba muy asustado. No sabía qué corte hacer. Como estaba nervioso, terminé por pelarle la cabeza. ¡Quedé con miedo!”, confiesa Osvaldo, aunque asegura que afortunadamente el hecho no pasó a mayores. O sea, se salvó “por un pelo”…





Trabajo de 24 horas
Amelia Jiménez de Benegas

Esta mujer, que abandonó el colegio para dedicarse a la peluquería, lleva 50 años en la profesión. Comenta que hace unas décadas no había tanta competencia en el rubro en Asunción. Eso incrementaba la demanda y a la vez el trabajo. “Las clientas nos despertaban temprano. Abríamos a las 3 de la mañana para atender a varias de ellas. Tuvimos que establecer un sistema de turnos, para que las personas que iban tuvieran sus números y la atención fuese ordenada”, relata. Amelia indica que en una oportunidad una de las tantas celebraciones de Año Nuevo la tomó entre cabellos. “Como trabajábamos sin parar en los últimos días del año, dormíamos en la peluquería. No teníamos tiempo para otra cosa. Y en otra ocasión, festejamos en el salón de belleza. Pero luego nos compensaba una rica cena y un baile en el club del barrio, que llegaba hasta el amanecer”, recuerda. Para esta peluquera, la categoría de “santuario del chisme” como se conoce a las peluquerías de mujeres no es un mito. Pero aclara que las informaciones “picantes” de los barrios, nunca deben salir del local.





Secadores antiguos
Tania Torales

Especialista en tratar con personas de la tercera edad, Tania relata que las historias de abogadas, médicas, enfermeras y vendedoras sobran en el salón de belleza. Con más de 40 años en la profesión, asegura que lo que más le divierte son las situaciones más picantes. “En los primeros meses que comencé trabajar como peluquera tuve algunos inconvenientes. Algunas veces pinté de un color extraño el cabello de las clientas. Una vez, casi corté la oreja a una de ellas. Fue solo un caso, pero me marcó. A partir de allí tuve mucho más cuidado y ya no volví a tener ese tipo de accidentes”, indica. Tania es una de las pocas peluqueras de la ciudad que tiene aún uno de los secadores de pelo que se utilizaban en los años 70. “Los secadores grandes se utilizan para afianzar los ruleros. Los modernos sirven más para hacer otros peinados; son muy distintos”, relata. Aclara que las clientas de mayor edad prefieren siempre los cortes clásicos. Las jóvenes, en cambio, se apegan a los nuevos estilos. “Una taza de café bien batido, una vaso de jugo y el buen trato son los secretos para mantener la fidelidad en una peluquería”, asegura.





Atención a domicilio
Dionisio González Lezcano

Es conocido como “el peluquero del pueblo”, por cobrar precios bajos por sus servicios. En sus inicios, le fue mal y estuvo a punto de cerrar su humilde negocio en una calle muy concurrida de Asunción. “Al poco tiempo de abrir el local, tenía pérdidas, no tenía clientes. Iba a dedicarme a trabajar en una imprenta, aunque no quería. Incluso, llegué a pasar hambre con la peluquería. Pero eso cambió cuando tomé un pedazo de cartón, y como no tenía bolígrafos, escribí con un carbón: ‘Corte a 300 guaraníes’. Llegué a juntar 7.000 guaraníes en cuatro días”, comenta. “Gonzalito”, como le llaman, expresa que hoy en día se siente orgulloso por haber elegido a la peluquería como forma de vida. “En una ocasión, casi arrestan a un cliente por haberle gritado a un famoso juez de la Corte Suprema. Mi cliente me reclamaba que no atendiera a un juez que llevó a prisión a un general de su simpatía. Uno de los guardaespaldas del juez se preocupó y se acercó. Pero finalmente no lo arrestaron, porque le propuse al juez atenderlo en su propia casa. Fue uno de los pocos clientes a quien visitaba para cortarle el cabello”.


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