Nuestro colaborador caribeño, es periodista y amante de la literatura, tanto universal como latinoamericana. Ha publicado muchos artículos en diversos medios y hace unos años terminó una novela de ciencia ficción, pero no se ha decidido a entregarla a ningún editor, porque espera revisarla de nuevo varias veces. Esta columna trata sobre la realidad que vive hoy Cuba y, de paso, el autor aprovecha en comparar la vida que llevan sus compatriotas en la isla con el resto del mundo, ése que a veces se ve mejor de lo que parece. Juzguen y comparen ustedes por sí mismos.
Por Sabdiel Batista Díaz

l cubano es un pueblo feliz, digan lo que digan nuestros detractores. Nosotros no tenemos que preocuparnos por muchas cosas que aterran a los pueblos desarrollados, digamos Estados Unidos, Suecia o el Reino Unido, por ejemplo.

Si hablamos de transporte, por ejemplo, no nos preocupan mucho los congestionamientos de tráfico matutino para ir al trabajo en auto. Aquí simplemente te vas en un autobús repleto de gente donde el calor humano te anima. O bien en bicicleta, una excelente opción para la salud. Tampoco nos preocupan mucho los divorcios millonarios y divisiones de bienes. Aquí es más sencillo, la pareja se tira los calderos por la cabeza, se va cada cual por su lado y a los dos o tres meses ya están juntos de nuevo.

Tampoco nos preocupan las hipotecas de nuestras casas, porque sencillamente nadie nos va a hipotecar nuestra casita de dos cuartos donde viven mamá, papá, mis cuatro hermanos, la tía solterona y un primo lejano. En otros lugares se preocupan mucho por la gordura y la comida chatarra, pero los cubanos no. Nosotros podemos comer lo que sea, desde caviar hasta filete de camello sin engordar una libra y nunca vamos a estar en sobrepeso.

Si hablamos de servicios de salud tampoco nos preocupamos mucho. Aquí la enfermedad más frecuente es el dolor de cabeza insoportable que provoca la resaca de la bacanal del día anterior. Pero ese se quita con una aspirina y un trago de café; a diferencia de esos países preocupados por las miles de cirugías estéticas y por los seguros médicos.

Tampoco nos preocupa mucho el cambio climático. Si bajan mucho las temperaturas preparamos unos patines improvisados para jugar hockey en el río al lado de la casa. Si viene una ola de calor, entonces nos pasamos el día entero en short y chancletas vacilando a las cubanas que esperan la oportunidad para ahorrar tela y mostrar toda su anatomía.

La violencia urbana tampoco da mucho que pensar a los cubanos. Aquí el arma más terrible que te puedes encontrar por las calles es la lengua de una exnovia enojada, pero en otros lares lo mismo te asaltan con una AK-47 en un atentado en el Metro.

A fin de cuentas, somos un pueblo feliz, que no le tiene miedo a las adversidades, sino que se ríe de ellas.

En el mundo hay otros pueblos parecidos a los cubanos, pero en otro sentido. Los pueblos del África Subsahariana, por ejemplo. Allí no se preocupan por el transporte para ir al trabajo, sencillamente porque no tienen trabajo y no tienen transporte. Tampoco se preocupan por los divorcios, allí lo resuelven con algún camello, y de todas formas, después te quedan cinco o seis mujeres más.

Tampoco se inquietan por las hipotecas de las casas, porque ninguna firma se preocupa por una choza de adobe y paja. Y su menor preocupación es la gordura y el sobrepeso, por razones obvias.

¡Ah! La salud en esas latitudes. Allí si no hay preocupación; total, la mitad de la población tiene VIH-SIDA y la otra mitad tiene desnutrición crónica y hambre extrema, nada de que preocuparse. La violencia urbana tampoco es motivo para quitar el sueño. Allí todos tienen armas, desde mosquetones de la Primera Guerra Mundial hasta tanques de guerra. Y ellos tienen la intuición de planificar un conflicto civil una vez por semana.

Del cambio climático allí no hablan, pues es normal tener seis meses de sequía extrema, donde hasta los animales del desierto se deshidratan y luego seis meses de diluvios bíblicos que provocan miles de muertos. Cuando se inventó la frase “cambio climático” y “calentamiento global” lo hicieron pensando en ellos.

En fin, hay pueblos que han aprendido muy bien a vivir con sus cualidades propias, unos son indiferentes y otros son felices; así como los cubanos.


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